Años después de dejar el poder, Gustavo Díaz Ordaz confesó que se había arrepentido de haber escogido a Luis Echeverría como su sucesor.
Y cómo no se iba a arrepentir si el delfín se dedicó a demoler las variables macroeconómicas debido a su política errática de corte populista y de su indisciplina fiscal ( Estado obeso ) que echó a andar sin freno alguno.
No se pueden tener todas las glorias. Buscar desesperadamente la impunidad transexenal tiene sus costos.
Díaz Ordaz sabía que si alguien estaba manchado hasta el cuello como él, con la sangre de Tlatelolco, era precisamente Echeverría. Solo su secretario de Gobernación evitaría hacer de los sucesos de Tlatelolco un juicio sumario. Era su garantía de impunidad .
Al buscar su protección transexenal, el expresidente decidió por el hombre equivocado en el ámbito de política económica.
Durante su quinto informe de gobierno, Díaz Ordaz le allanó a Echeverría su próxima presidencia cuando asumió toda la responsabilidad de los hechos del 68:
«Asumo íntegramente la responsabilidad: personal, ética, social, jurídica, política e histórica, por las decisiones del Gobierno en relación con los sucesos del año pasado», dijo enfático ante la Nación entera un primero de septiembre de 1969.
Ese discurso fue el destape tácito y adelantado de Luis Echeverría como candidato del PRI a la presidencia de la República. De esa forma, la debacle económica del México contemporáneo empezó a gestarse.
1968 resultó ser un parteaguas para México ya que sentó las bases de la faceta más dañina del presidencialismo mexicano con la docena trágica Echeverría-López Portillo, que trituró las Finanzas Públicas, aumentó la deuda pública, la inflación y el tipo de cambio, y fue el origen de la actual fragilidad y dependencia que tiene México de la deuda externa e interna para nuestro desarrollo y crecimiento.
Lo estamos pagando actualmente y lo seguirán pagando las generaciones futuras.
Lo que ha hecho López Obrador es venir a complicar todo .
El presidente López llegó del inframundo de la docena trágica e instauró en México un neopresidencialismo populista. Ha exprimido los ahorros del período que él llama neoliberal y ha manejado de forma irracional e irresponsable las Finanzas Públicas.
Pronto veremos la reedición de los frutos podridos de la docena trágica, como un chiste cruel de la Historia de México, un eterno retorno nietzscheano : la alucinación mítica de una nueva era superior… que jamás llegará a México.
A menos de que México despierte, lo cual dudo mucho.
Orlando Carrillo