La Comuna
José Ángel Solorio Martínez
Las erráticas políticas de la IV T en Tamaulipas; los irresueltos odios del gobernador, Américo Villarreal Anaya, con los actores que dejó en el camino por la gubernatura al interior de su partido; la meta-legal, intromisión de su esposa María Santiago y su hijo Américo en asuntos de gobierno; la suplantación del junior Santiago Anaya, en la secretaría de bienestar en la entidad -despojó de esa tarea a la titular, para ser él quien lleva beneficios a diversos grupos sociales; y sobre todo el distanciamiento del Ejecutivo estatal de los jefes edilicios de las ciudades más potentes, han achicado el poder del cardiólogo.
Más claro: si Villarreal Anaya, llegó siendo un gobernador acotado por la herencia del pasado gobierno panista, hoy a siete meses de su ejercicio, es un Ejecutivo estatal, exangüe, a punto del desfallecimiento.
En la práctica, no es un gobernante para todos los tamaulipecos; en realidad, es un gobernador para un segmento menor de la ciudadanía de Tamaulipas. Se asemeja un poco, al ex gobernador Egidio Torre Cantú; él, fue encapsulado por los poderes fácticos -y cómo no: después de la muerte de su hermano Rodolfo, vivimos la más alta cresta de violencia- reduciendo su presencia y movilidad a la capital del estado y sus visitas a los municipios con relampagueante intermitencia.
Américo, no fue inhibido por el crimen organizado; sus propios errores lo aprisionaron en un bunker de malas decisiones y de pésimas acciones. Su resistencia a sumar a proyectos de desarrollo social a alcaldes -de su propio partido- como Carmen Lilia Cantú Rosas -Nuevo Laredo-, Makyito Peña -Reynosa-, la Borrega López -Matamoros-, Adrián Oseguera -Madero-, Armando López -Altamira-, lo han hecho forastero en esos municipios.
A esas circunstancias, se suma la insaciable hambre de protagonismo de su consorte María y de su hijo Américo. Están intentando -obvio: con recursos públicos, y de dudosa procedencia- arrebatar las estructuras sociales de los municipios en los territorios.
Era de esperarse: los jefes edilicios, están incómodos, y por lo mismo replegándose.
Es decir: los presidentes municipales, ante esa ofensiva que visualizan como desleal e intervencionista, podrían -en las esferas de la lucha por los Ayuntamientos- tomar otros caminos con otras estrategias.
Incluso, ciudad Victoria, la capital del estado, los Américos no la sienten del todo suya; o más bien: la quieren toda suya. Desde hace meses, Ameriquitito intenta despojar espacios de autoridad al alcalde para evitar su reelección y facilitar la llegada a la alcaldía de su amiguito, Rómulo Pérez, un funcionario de MORENA que a la vez -ilegalmente- ocupa un cargo en la secretaría general de gobierno.
Otro elemento que ha impedido la cubertura total de la mancha de autoridad de Villarreal Anaya, es la visión clasista del poder: sólo visita las ciudades más grandes y desarrolladas; ha olvidado, municipios como los del IV Distrito y las comunidades más pobres de la zona cañera.
La frontera chica, ha sido borrada del proyecto de AVA.
Penosa paradoja: va a los municipios en donde se le repudia, y saca la vuelta a los pobres que aman a la IV T por los beneficios decretados por AMLO.
El 2024, será la gran prueba para AVA y familia que lo acompaña.
La evaluación del clan Villarreal Santiago, -se ha dicho- no será en la pelea por las diputaciones, ni por las senadurías; la auténtica ponderación de la administración actual, la veremos el próximo año, en los resultados de alcaldías y diputaciones locales.
Nuevo Laredo, Reynosa, Matamoros, Madero y Altamira -incluyendo Tampico y Mante, de color azul-, se ven hoy casi perdidos para los Américos.
Será el cobro de los actores municipales, al gobernador que se empecinó en actuar como presidente municipal de Tamaulipas.