Sáb. Oct 5th, 2024

Lo nuevo y novedoso se mezcla con los recuerdos que nos persiguen todo el tiempo, como pesadillas incontrolables.

Caminando por la Ribera del río Sena, cerca del museo de Louvre, nos sorprende una exposición de arte urbano de Coyoacan.

De inmediato asociamos el concepto, con los primeros recuerdos de ese lugar.

Coyoacan, a principio de los años de 1950, era un pequeño lugar con tintes colonialistas; la Casa de Cortés, centro del lugar.

De la Colonia Portales a Coyoacan, había que atravesar largos llanos y quizá algunas casas de adobe, común ir de día de campo, a comer barbacoa y pulque.
Muy chaval, escuchaba de los «Viveros de Coyoacan», la casa de Diego Rivera y Frida Kalo, y el incidente misterioso del asesinato de León Troski.
Aquí me detengo un poco, con el nombre de Frida Kahlo; que en esos entonces la asociaba con ciertas mujeres de michoacan, que adultas tenían bigotes dispersos, cejas tupidas y mata de pelos en los sobacos, nada femeninas.

El rostro descubierto por el reboso oscuro que tapaba la trensa y cubría espalda y pecho, no era algo muy estético, sobre todo verlas de lloronas en los velorios.
Las vi, en los panteones, las cocinas, y el mercado dando órdenes matriarcales.
Estas damas antiesteticas de mi tierra no me simpatizaban para nada; me daban miedo.
Pero, alguna gracia debía tener esta Frida Kahlo, que en Stambul, encontramos una tienda con muchos artículos y pinturas de ella.

Y en esta estancia en Stavanger, Noruega; me regalan el libro: «FRIDA KAHLO», una maestra moderna. De Terri Hardin. TODTRI.
Edición, impresa y encuadernadas en Singapore.

¡Oye, esta mujer me sigue a todos lados!
Bueno como estarán las cosas que hasta Tampico, me siguió su figura, habida cuenta que estuvo en el Puerto recibiendo a Troski cerca del muelle fiscal, como representante de su esposo Diego Rivera, uno de los fundadores del Partido Comunista Mexicano.
Haciendo a un lado lo de las cejas y las barbas, quizá hasta su no muy estética cara; resulta con un talento que trasciende en el tiempo.

Pues se ha convertido en todo un símbolo cultural. Hilda Trujillo, biografía comenta: “Su personalidad ha sido adoptada como una de las banderas del feminismo, de la discapacidad, de la libertad sexual y de la cultura mexicana”.
Dice que Kahlo, se catalogaba así misma como surrealista, «prefería pensarse a sí misma como alguien que representaba su realidad última, lo que la hacía sentir muy lejos de las preocupaciones por el inconsciente, propias del surrealismo».

Su obra refleja: «por un lado, la indagación del arte popular e indígena mexicano; por el otro, la exploración de su propio dolor, tanto físico como emocional, derivado de sus graves problemas de salud y de su tormentosa vida al lado de Diego Rivera».
En su autorretrato se pinta así misma como yo la imaginaba.
Antiestética”, sus cejas unidas y arqueadas en corazón.
Es precisamente en esta imajen que advierte su “sinceridad” su signo distintivo que despierta el interés de la comunidad internacional.

«Frida era una auténtica devota de su marido, Diego Rivera. Siempre percibió a Diego como un talento superior, mientras que se percibía su propia obra como “absolutamente espantosa”.
«Con esta mentalidad, no tuvo problema en asumir el papel de la esposa que respalda y sirve a su marido.
Dice Servando Ortoll y Annette B. Ramírez de Arellano en un ensayo titulado Frida Kahlo Retrato de la artista como esposa empresaria, que esta mujer asumió no solo el cuidado de su esposo, sino que se encargó de su carrera internacional como una auténtica empresaria del arte».

Comentaba al principio que tropezamos con el arte urbano de Coyoacan, al salir del Museo de Louvre; lo que no dije fue que ahí precisamente acababa de ver un póster que anunciaba la pintura al óleo de Frida Kahlo; exhibida en el Museo Nacional de Arte Moderno, Centro Georges Pompidou; originalmente expuesta en la «Exposicion Mexique»; de André Bretón.

Primera pintura de un artista mexicano adquirida por el Louvre.
Dado que los tiempos de los derechos de autor se ha vuelto tan rígidos, y no encontré la foto que tome; tan solo la describo enmarcada en metal con vidrio, de unos veintinueve centímetros de largo por veintidós de ancho.

Es su cara, con unas flores de Zempaxochitl, adornando la trenza que enmarca su cabeza rematando con un moño verde en la nuca.
Resaltan las negras y abundantes cejas, como alas de ave en vuelo, la mirada perdida con alto contenido de sufrimiento, debajo la nariz el bigote ralo, el rojo intenso del bile.
Enmarca su cuello rematando en una blusa verde floreada con olanes alrededor del cuello.
Enmarcan el cuadro un par de aves, ¿gorriones?, y una serie de flores rojas y amarillas.
Pues esta es la breve historia de la mujer que en mi imaginario me ha perseguido por todos los lugares que visito.

A Coyoacan, regrese varias veces ya profesionistas, incluso trabaje en esa delegación, pase varias veces por esa su casa azul, pero ya su espíritu se había ido a recorrer el mundo.

Gcv
25-Oct.-23